jueves, 6 de enero de 2011

OLVIDARME DE VOS

I

Para olvidarte.
necesito perforar la lluvia con jazmines.
Necesito lamer las cenizas con las que tallamos
aquel camino.

Para olvidarte,
decreté que las arenas del tiempo se transformen en líquido
y que pase tu nombre por la garganta.

Para olvidarte
tengo que endurecer la espuma
de tal modo que duela menos recordarte.

Para olvidarte,
Tengo que dejarte arrumado en un escondite,
junto a los títeres que cuentan historias,
cuando nadie los oye.

Para olvidarte
tengo que buscar la forma, la manera de que todo parezca más sencillo.

Pero igual, con esta fuerza que me impongo,
otra vez vuelo hacia tus ojos, y siento
que los santos murmuran a mi espalda, tal vez se ríen de mí.
En medio de esta decisión de olvidarte,
me siento como un pescador que echa sus redes en un charco
para intentar acaparar estrellas,
y encerrarlas junto a la nostalgia.

Decidí olvidarte,
pero sigo atada a tu nombre y al reflejo de tus ojos.
Aunque me niegue.
II

Duele el domingo sin la risa de toboganes,
cuando la lluvia indiferente
se instala en medio de las manos.
Duelen las esquinas que se pierden
en un horizonte gris,
ganándole al canto de los gallos,
adelantando las agujas de relojes sin cuerda.
Duelen las palabras que no se pronuncian,
las que se esperan, las que marcan y consumen
segundos sin sangre ni latido.
Duelen mis manos.
Están marchitas, con arrugas nuevas.

Son como un campo
donde se secaron las margaritas hechas de ausencia.

Son igual que un campo
donde solamente los cardos hablan con la noche.

Duele la vida,
porque vos no estás.


2do PREMIO LAS VARILLAS-CORDOBA-2010

ASI NO VALE

ASÍ NO VALE

¡Así no vale! ¡Vos siempre haciendo trampas! Al final, no juego más con vos, siempre la misma. Y me iba enojado con vos, con el juego, con el mundo.
Siempre me iba, pero volvía a buscarte y a empezar de nuevo cualquier juego, pero sabía que, invariablemente, me ibas a ganar. Claro, yo era más chico, pero crecimos.
Cuando crecimos, los tantos se emparejaron, yo también aprendí a hacer trampas. La vida enseña y uno aprende, rápido aprende.
Fue para la primavera del 83, me acuerdo que se acercaba el tiempo de la democracia en el país y vos volvías de la facultad contenta: habías aprobado Infecciosas.
Yo, como siempre, te esperaba cerca de la placita, la que está junto a la estación, y volvíamos caminando y me contabas.
Habías conocido un muchacho, ayudante de cátedra me dijiste y te brillaban los ojos. Es lindo, inteligente, me dijiste, y te seguía brillando la mirada. Me invitó a salir, me dijiste, y todo en vos brillaba. Te pusiste colorada, creo que hasta el sexo te brillaba y por eso la vergüenza. Yo no te dije nada, salvo que tuvieras cuidado, que era un extraño, que no lo conocías, que.
Pero te encogiste de hombros, como diciendo a vos qué te importa, y te reíste, con esa risa linda que tenés cuando estás contenta de verdad o cuando hacés trampa. Porque seguís haciendo trampa, como cuando éramos chicos, solo que ahora soy un hombre, aunque vos no lo veas.
Nunca das el brazo a torcer, por más qué sepas que te estás equivocando, por eso yo te sigo de cerca. Sos terca como una mula y si algo se te pone en la cabeza, hasta que lo conseguís no parás. Yo te avisé, pero vos, nada. Cuando me contaste que se iban a la costa para aprovechar el feriado largo, que él tenía un departamento frente al mar, sentí una puntada en el pecho. Solo te dije que tuvieras cuidado, que pasan cosas, que hacía poco que lo conocías, que.
Vos, otra vez te encogiste de hombros. Yo entendí y me dio bronca.
¡Así no vale, Ernestina!
Volviste de Gessell y todavía tenías brillo en los ojos, tal vez un poco menos, o me pareció a mí, pero igual brillaban. Me constaste con lujo de detalles, como hablan los amigos de la infancia. Esos tres días en la playa, lujuria (porque fue lujuria, no te creas), pasión. No sé si también hubo amor, aunque vos te empeñes en decir que sí. Daniel es divino, me dijiste. No sabés cómo me cuida, cómo me protege, me dijiste. Que te iba a ayudar a preparar las últimas materias, que ibas a ir a su departamento para estudiar, que.
Yo lo vi venir Ernestina. Yo te dije que era un extraño. Vos sos la que siempre hace trampas, para salirte con la tuya. Vos nunca escuchás o no querés escuchar. Yo te lo dije desde el vamos. Te tenías que dar cuenta, vos sola, Ernestina, vos sola y sin trampas. Pero no, preferiste seguir con ese brillo en los ojos que ya me cansaba, que ya me hartaba y no quería oír más de vos, de Daniel, de los proyectos. Y otra vez, cuando volvíamos de la estación, por la placita, me contaste de la última materia, del internado en el hospital donde estaba él, de irte a ejercer a Tres Arroyos, donde él tenía la familia. Todos médicos, me dijiste, y el consultorio y la especialidad que él te había sugerido, y el casamiento y.
¡Así no vale Ernestina! ¡Así no vale! ¿Siempre con trampas?
Ni un poco me dolió todo. ¿Sabés por qué? Porque todo alguna vez se termina, como vos, Ernestina. Ya no tenemos seis años, ya no podés hacerme trampas. Ahora las trampas las hago yo, aprendí de vos y de tu forma de brillar. Ahora el brillo es mío aunque nadie entienda. Porque, al final, ¿qué somos?

Prefiero estar aquí sin verte, a verte lejos, en Tres Arroyos, con él, siempre con él y yo solo. Él no cuenta, él solo fue una cosa, algo que se interponía. Pero ya no, ahora solo voy a hablar yo, con tu foto, con tu recuerdo, con las flores que empecé a llevarte.
Ernestina, él nunca contó, vos sí, pero ya no tenés brillo ni nada, ahora estás toda entera y sin trampas, dentro de mi cabeza. Toda para mí.


1er Premio Certamen La Meta de Oro - 2010
Cuento publicado en el libro homónimo, proxímo a editarse.