martes, 16 de febrero de 2010

A LA ESCONDIDA - Cuento -

A LA ESCONDIDA

Marta Julia Ravizzi

Ah no, así no vale. Yo le dije que tenía que ser sin mirarme. Dese vuelta y cierre los ojos. Y no espíe, ¿eh?” La salvación. Isidoro Blastein.

No vale hacer trampas, ya te dije que no hay que mirar, porque si miras tenés una prenda ya las tres, ya sabés a Berlín, ¿oíste?
Dale contá hasta cincuenta. Ufa ya sé que no sabes, pero hacé como si supieras, repetí muchas veces uno, dos, tres, cuatro. No, después viene el cinco, no el ocho. Mirá que sos tonto ¿Eh?
Sin mirar, no te des vuelta, no espíes. Eso es trampa. Tenés otra prenda. Igual que el domingo, ¿no te acordás? No sabés jugar, bobo. Dale, empezó otra vez.
Es igual al juego que jugaban papá y mamá, antes de que mamá se fuera a vivir con los abuelos, tonto.
Vos contás, yo me escondo y después tenés que encontrarme. Dale, a ver: uno, dos, tres, cuatro, Después viene el cinco, ya te lo dije. Hasta cincuenta, acordate y no mirés, con los ojos cerrados, como mamá cuando se quedaba dormida.
No, así no juego más. Al final ni sabés contar todavía. Es hasta cincuenta y con los ojos cerrados, pero vos sos tan tonto. Te parecés a mamá. Papá siempre la encontraba. Hasta en el baño la encontraba. Y eso que ella sabía esconderse bien, pero papá es igualito a mí, que siempre te encuentro.
Dale, volvé a contar. Empezá de nuevo ¿ves? tenés otra prenda. Mirá que te vas a Berlín. ¡Queda de lejos! Y después tener que hacer lo que yo te diga. Todo tenés que hacer, sin chistar que para eso perdiste.
El que pierde, pierde del todo. ¿No lo sabés? Siempre es así. Por eso, cerrá bien fuerte los ojos y después buscame. Así es el juego, zonzo. Igualito al domingo. Ya sé que te gane, si te gano siempre, y bueno, aprendé.
Yo soy como papá, siempre me escondo bien, siempre.
¡No! con los ojos abiertos no, es con los ojos cerrados, ¿o querés que te los tape con un pañuelo, como los tenía mamá? Mirá que te los tapo bien fuerte, así no me espiás, así no me ves y yo me escondo bien para que no me encuentres.
Un, dos, tres, cuatro, cinco. Después viene el seis, el siete, el ocho. Dale, empezá, que yo ya elegí el lugar, no me vas a poder encontrar nunca, nunca. Cuando uno sale, tiene que correr mucho y tocar la pared mientras grita “Piedra Libre” y gana, por eso vos tenés que seguir contando, yo siempre te gano, nunca me encontrás.
No sé donde te esconderías, siempre te toca contar. En cambio yo nunca conté, no me gusta, prefiero esconderme y que me busques. Mamá hacía lo mismo, ¿te acordás?, pero papá siempre la encontraba. Hasta dentro del placard la encontraba, hasta que un día.
Me voy a fijar, en el fondo, o por el lavadero, por ahí se escondió en el lavarropas y no se fue a la casa de la abuela, como nos dijo papá.
Por ahí ella también se sabe esconder como yo para que nadie la encuentre.
Dale tonto, empezá a contar otra vez, hasta la noche vamos a jugar. Hasta que se haga oscuro y tengamos que entrar para ir a dormir. A mí tampoco me gusta ir a dormir ahora. Antes sí, con los cuentos y esas cosas, pero ahora ni un poco me gusta estar adentro.
Hace mucho calor y a veces me parece que me ahogo aunque esté el ventilador de techo encendido. A vos nunca te pasa nada. Qué suerte tenés. A mí también me gustaría ser como vos, para no tener que pensar, para no tener que acordarme. Me gustaría ser de peluche, como vos.
Dale, contá que se hace de noche. Uno, dos, tres…
No mejor cuento yo, y si te encuentro te vas con los abuelos y yo te voy a busacar y nos quedamos allá.
¿Querés?

1er. PREMIO: SECRETARIA CUELTURA DE MERLO – AÑO 2008 -

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