miércoles, 17 de febrero de 2010

NIDO VACÍO - Cuento -

NIDO VACÍO

Marta Julia Ravizzi


Que el nido vacío me dicen todos y ya estoy harta. Si, no me mires con esa cara porque para vos todo es bien fácil, ¡Nido vacío! ¡Nido vacío!, que va a ser así, si desde que se fueron dejaron más cosas de las que las se llevaron. Ropa, zapatillas, libros y camisetas de futbol por todas partes. Esta casa parece la sucursal de un negocio de ropa deportiva, ¡che! Cuando quieren guardar algo ¿a donde van? Aquí. Vienen aquí, como si sobrara espacio.
Mis amigas me decían vas a ver como los vas a extrañar, vas a ver las ganas que te van a dar de verlos, que lleguen, de darles un beso. Todas macanas, si están más acá que en la propia casa. Todos los domingos caen al mediodía, casi justo para sentarse a la mesa y esperar que los sirvan. Claro vos no decis nada porque la que trabaja soy yo, la que se levanta temprano para amasar los ravioles soy yo. Me sé de memoria eso de que las pastas caseras son más sanas y como vos las hacés no las hace nadie. Como si los estuviera oyendo. Vieja sos un fenómeno, la salsa está para chuparse los dedos.
¿Y sabés qué? Estoy cansada de que se instalen hasta la noche, que me dejen el living hecho un chiquero, porque vos, si, no me mires, vos los incitas a ver el partido y empiezan con eso de un cervecita, y unos manicitos ya que estas viejita, y la vieja va y viene, va y viene cortando el queso y los salamines. Ustedes nunca están llenos. Los cuatro salieron a vos, acostumbrados a que los atiendan, a que una siempre corra para dejarlos satisfechos.
Me tengo que levantar a las siete para ir a misa de ocho, pudiendo ir a la de las once. ¿Qué ponés esa cara? Claro que tengo que ir a la iglesia. Yo soy la que reza por la familia, ¿o quién lo hace, a ver? Por todos ustedes rezo, manga de herejes, para que no se encuentren en el infierno, ¡que joder! Pero claro, tengo que madrugar hasta el domingo y cuando vuelvo tengo que empezar con la comida, con el postre, que hacete un flancito de esos ricos como vos sabés y yo como una estúpida no digo nada y hasta preparo la crema y todo.
Si, estoy cansada. ¿Nido vacío? No me hagan reír. Nido vacío fue la casa de mi mamá cuando nos casamos. Bien lejos que me llevaste y los domingos ni se te podía pedir de ir a verla. Estabas cansado, trabajabas toda la semana me decías y aquí nos teníamos que quedar. Entonces no existía eso del nido vacío, que esperanza, antes, una se aguantaba porque cuando los hijos se casaban se iban y chau.
Ahora no, se te casan pero igual siguen agarrados del picaporte. Y encima ni son capaces de ayudar o traer algo por lo menos, ellas tampoco dan una mano. Que cocinar, que lavar los platos, que después te hacés un cafecito viejita? Y más tarde un matecito, y trae los bizcochitos o ¿cómo, no hiciste pasta frola con lo bien que te sale? ¡Basta!, que la burra está cansada que se creen, un domingo de estos, agarro el bolso y hasta la noche no aparezco, me voy a lo de la Emilia, pobre hija. A ella le tocó un marido mamero como los hermanos, siempren en casa de la suegra. Todos los domingos metidos allí. Él dice que cuando viene Damián terminan discutiendo, pero son macanas, que van a discutir, si el que empieza es siempre él, ¡cuando vienen claro!
Pobre mi Emilita, menos mal que ella no es zonza como la madre, que por lo menos se las cobra, y ya que la vieja quiere que vayan, ella se hace la enferma y nunca lleva nada y apenas si pone la mesa.
Igual que vos, tu yerno es igual a vos, si parece más hijo tuyo que los chicos. Porque vos también todos los domingos me llevabas a la casa de tu mamá, y yo me tenía que tragar la rabia y las indirectas de tus hermanas. Bien que me hacían sentir como la Cenicienta, ¡brujas de mierda!. Pero yo no me quedaba atrás, si supieran cuantas veces les metí el dedo en el café! Móni, te hacés un cafecito? a vos te sale tan rico! Hacer se los hacía, pero nunca se imaginaron lo que estaban tomando. Hace bien la Emilia, que se creen esas. Una habla porque las pasó, ¡que sino!
¡Ay, se me están pasando las papas! ¡Qué barbaridad! No me des manija, querés, que si se me pasa la comida no se con que los lleno. Menos mal que las salve a tiempo.
Ahora a poner la mesa. ¿Cuántos somos?, si ya sé, diez con los chicos. Dios mío, así no hay plata que alcance, y vos me decís que yo derrocho. Pero ¿sabés lo que es llenar a esos mastodontes? Si que lo sabés, pero te hacés el burro, total, me dejas protestar un rato y después la pasás fenómeno con los chicos. En cambio yo, con las mujeres, ¡me tengo que cuidar como de hacerme encima! Están siempre mirando a ver si le doy la porción más grande a una que a otra, igual que con los nenes, ¡angelitos del Señor! Mirá si una va a hacer diferencias con los nietos, pero ellas son así, siempre le buscan el pelo al huevo, que tanto!


¡Uy! que hora se hizo, viejo. ¡Apurate, que en un ratito llegan los chicos y no me gusta que tengan que esperar la comida, pobres! Después se les junta con el partido. ¡Dale, viejo, traé el vino bueno, que a Damián le gusta el de etiqueta marrón! Apurate, ¿querés? Hace como una semana que no los veo, porque al final, una los extraña, que querés, por algo los llevé en la panza nueve meses. ¿Sabés lo que son nueve meses, vos? No, que te vas a imaginar. La madre es la madre, y no es que los lleno de atenciones o mimos, nada de eso, pero son mis hijos, che, que embromar, y vienen a vernos. Dale, ponete contento y cambiá la cara, en un rato tenemos los chicos en casa, ¡hacéme el favor! Al fin de cuentas a vos no hay nada que te venga bien. Mirá que sos jodido, ¿eh?

1er. PREMIO: II CONCURSO LITERARIO INTERNACIONAL DÍA DE LA MADRE – CAMPANA 2009

2 comentarios:

  1. Muy buena la tensión del monólogo, a través del cual introducís s todos los miembros de la familia...La historia, ay, tan conocida.
    Un abrazo,

    Silvia Loustau

    ResponderEliminar
  2. Un placer leerte. Felicitaciones!!
    Mientras disfrutaba de tu escrito, imaginaba tu forma de hablar, tu tono, aunque no lo creas.
    Este maravilloso monólogo, relato, te lo regalaron tus bellos hijos, la vida, la capacidad de ser una madre ejemplar.
    Sabes, mi hija habita en el cielo desde los 18 años y mi hijo ya vive en pareja, pero él me mima, me viene a buscar y me lleva a su casa a hacerme el asado. me dicorcié hace mas de veinte años, ni siquiera ponía la mesa.
    Eres muy rica, además una bella poeta.
    un abrazo

    ResponderEliminar